7 abr 2011

Gusanos cerebrales, música empalagosa y melodías pegadizas:
    
"A veces la imaginación musical normal se pasa de la raya y se convierte, por así decir, en patológica, como cuando ciertos fragmentos musicales se repiten de manera incesante, a veces hasta enloquecernos, sin parar durante días. Esas repeticiones –a menudo una breve frase o tema bien definido de tres o cuatro compases– son propensas a perpetuarse durante horas o días, dando vueltas por la mente, antes de diluirse. Esta incesante repetición y el hecho de que la música en cuestión sea irrelevante o trivial, no de nuestro gusto, o que incluso la detestemos, sugiere un proceso coercitivo, que la música ha entrado y subvertido parte del cerebro, obligándolo a activarse de manera repetitiva y autónoma (como puede ocurrir con un tic o un ataque). 
   
Muchas personas de pronto comienzan a oír un tema musical de una película, un programa de televisión o un anuncio. Esto no es una casualidad, pues dicha música, en términos de la industria musical, está pensada para «enganchar» al que la escucha, para ser «pegadiza», para abrirse camino, como un cortapicos, hacia el oído o la mente; de ahí el término «gusanos auditivos», aunque más bien deberíamos llamarlas «gusanos cerebrales». (Una revista de 1987 las definía, medio en broma, como «agentes musicales cognitivamente contagiosos».)
   
Un amigo mío, Nick Younes, me describió cómo se había obsesionado por la canción «Love and Marriage», una melodía escrita por James Van Heusen.1 Con sólo oír una vez esta canción –la interpretación que hacía Frank Sinatra de la canción en la serie Matrimonio con hijos–, Nick ya se quedó enganchado. Se quedó «atrapado dentro del tempo de la canción», y no se le fue de la cabeza casi durante diez días. Con la incesante repetición, pronto perdió su encanto, su cadencia, su musicalidad y su significado. Interfería con sus deberes, sus pensamientos, su sosiego espiritual, su sueño. Intentó detenerla de muchas maneras, sin éxito: «Me ponía a saltar. Contaba hasta cien. Me echaba agua en la cara. Intentaba hablarme en voz alta tapándome los oídos.» Finalmente desapareció, pero mientras me contaba la historia regresó y siguió asediándole durante varias horas".

"Musicofilia" - Oliver Sacks  - 
(lectura recomentada por magneto)

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